¿Para qué fingir ser la novia perfecta?

Jimina Sabadú
9 min readJul 26, 2024

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El primer video que vi de Roro me lo enseñó mi novio. Aparece una chica con pinta, voz, y ademanes de cortita, haciendo un sandwich de queso “para Pablo”. Se me hicieron interminables ese par de minutos. Interminables a la par que ligeramente irritantes. No entendía el sentido del video. ¿Para qué tenía yo que ver eso? Esperaba un giro final, una receta, algo… y no un chico con pintas de hakuno mordiendo un sandwich.

Ahí quedó la cosa. Unos días después, alguien en twitter menciona el video. La irritación pasa a curiosidad: voy a Tiktok y veo que es su primer video viral. Los dos siguientes son del estilo. Los anteriores tienen pocas visitas y parecen hechos por otra persona: videos de gimnasio, frases de motivación y también mensajes que denostan a las mujeres que no tienen “este cuerpo” (sic) por falta de voluntad. Estos videos los borró en cuanto subieron sus visitas. El fleco de la novia perfecta siendo una competidora feroz apoyada en el físico no le convenía. Gimbros, gimsis.

La voz, de hecho, es otra. No es esa voz de subnormal. No hay gafas de sartén. No hay estética de catecúmena. Qué raro. Veo los videos nuevos. No me interesan.

Y, de repente… ¡pum! Explota. Los videos de Roro están por todas partes. Algunas mujeres empiezan a criticar lo que simbolizan y defienden estos vídeos (y no a ella). Reacción en cadena: un alud de cuentas con la cruz de Borgoña, la bandera de España, la rana Pepe, el logo de Vox, la Cruz de los Caídos, la serpiente, la bandera de Venezuela, el símbolo de los cristianos perseguidos… todos ellos defienden a Roro porque una mujer puede hacer lo que quiera con su cuerpo (con algunas excepciones que luego veremos). Todos ellos defienden a Roro diciendo que es “la novia que todo hombre quiere” (que de eso va su contenido) , no como a las feministas (feminazis), a las que nadie quiere de novias. Muchas cuentas acompañan con fotos de Roro contrastando con fotos de activistas feministas o directamente caricaturas de lo que para ellos es una feminista (fea, gorda, sin depilar, y de paso viejas).

A raíz de esto sus vídeos me fueron generando más rechazo. Ya no los veo. Especialmente después de la entrevista que les hicieron al ya célebre Pablo y a ella en in podcast reaccionario en el que la Roro se soltó diciendo unas palabritas en chino y diciendo que ella cree en igualdad entre hombre y mujer mientras fingía ser una niña tontita, sentada en las rodillas de su novio. Dijo, también, que por la calle le gritan “sumisa” y cosas así. Me cuesta creer que haya pasado más de una vez, incluso que haya pasado en absoluto. Lo siento, pero hay algo turbio en la Roro. Esa chica no me gusta. Creo que es una mujer que necesita complacer y gustar a los hombres a través de sentirse por encima de otras mujeres (gimnasio) y prometiéndoles lo que el mundo moderno no les concede (mujeres completamente sumisas y alienadas). No es ella, sino lo que provoca con su papel, un papel pensado para monetizar sentimientos de ira (hacia el feminismo), deseo (de una mujer joven, emocionalmente neutra, servil), y calma (para la gente que encuentra cierto confort en ese tipo de videos).

A continuación, algunos aspectos del fenómeno Roro:

  1. Puesta en escena.

Parto de la base de que no es más que un papel. Es, al menos, el segundo que prueba esta chica para hacerse notar en redes.

Es un calco de Nara Smith, estudiado para replicarlo en español. Nara Smith (para mi gusto, a años luz de su explotación hispánica)es una modelo/influencer que cocina de cero y jamás se mancha.

Roro une estos videos al ideal de chica del shōnen (manga para chico) que es: tímida, recatada pero “mona” (esto es adaptado a España), con voz aniñada. Probablemente no sabe que su imagen invita a pensar en el nadeshiko complex (en la cultura japonesa, nadeshiko se usa para referirse a la feminidad discreta, delicada, aniñada… y el “complex” se le añade cuando se habla de la presión social que tienen las japonesas para encajar en ese rol castrador), y en el lolicon (el tipo de personaje o idol que es o imita ser menor de edad, virginal, pacato, kawaii, y predispuesto a ser eróticamente aleccionado por un hombre dominante y mayor). Seguro que la Roro, como cualquier español después de Mazinger Z, conoce estos estereotipos.

Las gafas no han sido elegidas al azar. La gafa grande, gafa sarten, gafa de azafata del Un, dos, tres. Esa gafa ligera, redonda, enorme, opuesta a las gafas Telefunken y a las gafas ortopédicas, cuadradas, de pasta, de culo de vaso… todas esas gafas de fea, hablando mal y pronto. No sé si antes llevaba lentillas o si las gafas están sin graduar. Todos compramos gafas que nos sientan bien (siempre y cuando podamos pagarlas, ya qje como decía Galactus en Mondo Brutto, las gafas asequibles siempre son “como de broma”, y las dignas suben “un poquito más”, de 50€ en 50€),

A las gafas sartén se une un cambio en la expresión de la cara, una sonrisa contenida, discreta, tímida. Abre los ojos como un cervatillo, como diciendo “no sé nada, Pablo-sama, solo soy una niña”, y no mira prácticamente nunca a cámara.

La elaboración de las recetas dice mucho de la intención final. No son recetas. No es cocina. No hay cantidades, no hay tiempos. Solo es la enumeración de acciones, las manos siempre limpias al igual que la encimera. La ropa impoluta, más propia de salir a cenar que de preparar la cena. Nada de mandil, nada de paños, nada de movimientos enérgicos. Todo tiene que ser nadeshiko.

Tampoco hay alegría ni entusiasmo. Todo tiene que ser calmado y suave.

La Roro nos quiere demostrar (bueno, solos los chicos) que sabe hacer de todo. Es lo que en Internet se conoce como pick me girl (elígeme a mi, que no soy como las demás chicas; soy la materialización de tus sueños), que siempre tiene un trasfondo tóxico.

Los procesos se resumen en segundos, sin puntos medios. Mira lo que sé hacer, mira qué completa soy. Para mi no es nada.

Los videos siempre terminan con la recompensa del varón (Pablo) en forma de beso o abracito. En el imaginario que recrea, ¿qué hace Pablo? Cosas de hombre.

2. Análisis verbal

Los videos empiezan con “Hoy Pablo me ha pedido”, “Pablo quería”, “para darle una sorpresa a Pablo”. Nunca con un “queríamos” un “se me ha ocurrido”, o un “me apetecía”. El mensaje es de pura complacencia y sumisión al varón. Me creo eso de que a Pablo le paran por la calle para felicitarle. Tiene a su hembra como hay que tenernos: calladitas.

Los videos terminan con un “estaba riquísimo” o similar, y es el único momento en el que hay una levísima inflexión de la voz.

3. Trasfondo

La corriente tradwife (esposa tradicional) recrea la fantasía de la mujer guapa y elegante que vive por y para la casa pero que, al contrario que nuestras madres y abuelas, no va en mandil ni con el pelo recogido. No se enfada, no levanta la voz, no dice “es la primera vez que me siento en todo el día”. Es, pues, una esposa perfecta para un hombre que no quiera a su lado un humano autónomo de sexo femenino, con sentimientos, conciencia y pensamiento. Es la subrogación de la mujer a las necesidades del hombre.

Lo más importante es la visión de feminidad que presenta. No es sexy. Es mona. La chica mona española, la belleza ansoniana pasada por el filtro asiático. Marías Pombos (mona, pero nunca sexy) ya hay muchas. Chicas atrevidas haciendo bailes las encontramos a patadas. Todas las fantasías masculinas (que es a lo que atiende una pick me girl) estaban ya cogidas. Quedaba esta, la de la sumisa, el café para los muy cafeteros. El lado romántico de los incel.

La Roro le ha imprimido un libro a Pablo y se lo ha encuadernado. Se ha hecho un vestido para cenar con él. La Roro, en esta ficción, no tiene un pensamiento para si misma. La Roro, en la vida real, estoy segurísima de que tiene a Pablo esclavizado haciendo fotos, fotos y más fotos de ella. Fotos cuando iba de chica alternativa. Fotos de cuando era gimsis, fotos de ella siendo tímida y femenina en Roma (estos dos manejan, vaya si manejan). En la vida real todo es al revés. Y si no, al tiempo. Creedme: no hay influencer buena.

4. Apoyo

Aparte de todos los forococheros, los incel permavirgen, los nacionalistas de Santiago y cierra España, y los periodistas de puro y Soberano, la Roro tiene el amor incondicional de los representantes de la tradición: Lenore, Xokas, UTBH, Antonio Masmas, Ana Iris, Sebas y todos los demás. Todos esgrimen el argumento de que las feministas no quieren que la Roro sea femenina. Es curioso que apoyen a las mujeres única y exclusivamente cuando deciden estar sometidas a un hombre. No pasa lo mismo con el aborto, las manifestaciones, el uso libre de la sexualidad, los escotes, las minifaldas, las carreras profesionales, el vello corporal, el divorcio… en general con cualquier forma de elección que redunde en la independencia de la mujer. ¿Por qué esa libertad solo sirve para vender nuestro cuerpo, someternos, o privarnos de nuestros propios derechos? Por qué, cuando señalamos un problema de nuestra sociedad, estos hombres nos invitan a irnos a Afganistan a protestar allí? A la Roro la defenden, básicamente, machistas.

En los mensajes de apoyo a la Roro hay más odio que en diez años de propaganda nazi. Abundan tópicos como “el peor enemigo de la mujer es otra mujer”, mantra culpabilizador arraigado tan profundamente que hay tías que lo repiten. Cuando dos hombres discuten, nadie dice “un hombre es el más cruel con otro hombre”. Cuando un señor llama calvo, gordo, o cutre a otro señor, jamás dirá nadie “es que no podéis estar sin pelear entre vosotros”. Este es el estigma infantilizador que nos ponen los hombres y, a veces, nuestras madres.

Imaginemos por un momento que la Roro fuera fea, claramente fea, o gorda (estos hombres nunca apoyan la libertad de una mujer para devorar hidratos sin pensar en la línea), o que se enfadara. Que mostrase liabilidad emocional en sus videos (“huye, Pablo, déjala con el diazepan”), que saliese borracha (también son los que critican a cada mujer que sale de fiesta), o que se manifestase políticamente. No la apoyarían. Sería una arribista, una guarra, una embaucadora.

Como dijo Jordi Costa en una ocasión… si todo el mundo que te aplaude es reaccionario, replantéate lo que estás transmitiendo ( no fueron sus palabras exactas, pero por ahí iba).

5. Monetización

Como efectivamente le han/hemos dado mucha caña, la Roro se victimiza. Como dije más arriba, no me creo ni la mitad.

La Roro, en su imagen de fragilidad, necesita que los hombres la apoyen. Como dijo alguien en el foro de Cotilleando “esto va de complacer nabos”.

El sueño dorado de la Roro se ha cumplido rápido. Ya tiene agencia de representación (la de Gala Gonzàlez, según he leído) y ya te puedes dirigir a ella para collabs y publis. Ha conseguido su objetivo gracias a copiar antes que nadie a una influencer americana. Es nuestra serpiente de verano. Mi novio está deseando que me olvide ya, porque como habréis notado, cuando me intereso por un personaje le doy muchas vueltas.

La monetización de esta charada de la novia ideal es una pica en Flandes para el mundo neocon que se nos viene encima. Repito: no hay influencer buena.

6 .Cómo sería a la inversa

Imaginemos que un chico mono pero no amenazante, un chaval tipo boyband, se abre un tiktok en el que todo su contenido se basa en complacer a su novia. Le pesca una trucha, le repara el coche, la lleva al Ikea, le construye una pégola, le imprime un libro, le fabrica composto… todo con voz masculina y empezando con “Hoy Roro me ha pedido”. Imagiemos cómo iba a reaccionar esos libertarios defensores de la libertad de la mujer… uf, lo que saldría por esas bocas.

¿Es o no es el contenido de la Roro la mayor caspa desde el auge de José Manuel Soto?

Por qué pienso todo esto: porque esa chica me da mala espina. Me provoca un rechazo visceral. Solo me he equivocado con una primera impresión una vez. Una vez en toda mi vida. Es su mirada, que me transmite vibras chungas.

¿Que por qué lo sé?The eyes, chico, they never lie.

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Written by Jimina Sabadú

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